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viernes, 15 de abril de 2016

Triste regreso




Cuantas veces Erica estuvo en ese lugar, de niña jugaba allí con sus amigos, se trepaba a los árboles o nadaba en la gruta, jugaba a las escondidas, conocía  sus rincones como la palma de su mano. En la adolescencia, encontró en ese sitio un resguardo, el canto de las aves en las copas de los árboles y el ruido del agua en la piedra enamoraban su espíritu joven.
Pero se tuvo que ir…
Pasaron muchos años antes de su regreso al pueblo, cuando volvió no podía creer lo que se presentaba ante sus ojos, apenas algunas casas quedaban en pie, ella caminaba con el corazón roto buscando aquellos lugares que su memoria guardaba como tesoros de su pasado.
Una gran fábrica tapaba lo que quedaba del monte, Erica se dirigió hasta allí con sus ojos nublados por la tristeza y su mente negándose a esta realidad Dantesca.
Los pocos árboles que quedaban estaban desnudos y morían, el silencio le gritaba al oído que ya no había pájaros ni animales, el olor rancio penetraba su nariz y el agua negra de la gruta ya no reflejaba su rostro.
Entonces recordó cuando jugaba a ser el Hada de las Rosas quien caminaba por el monte acompañada por los pájaros, dando vida a todo aquello que tocaba, recordó cuando los flamencos visitaban el lugar y deseó con todas sus fuerzas que una de estas aves maravillosas se posara otra vez sobre el agua desplegando su magia y así como el ave fénix, el bosque resurgiera otra vez de las cenizas.

Mónica Gribaudi

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