Cómo disfruté viéndote pasar querido extraño, llevabas sobre tus hombros, mi mirada que antes inquieta, iba calmada y absorta.
Cómo disfruté cada paso que dabas, lento se fue cada suspiro mientras transcurría el pequeño tiempo que pude aferrarte a mi.
Qué linda esa melodía que silbabas, eras un combo completo de paz paseándote por mis necesitados sentidos, acariciando la vista y el oído, sabes querido extraño, siento nostalgia de ti.
Se quedó mi ser aferrado al calendario, esperando otro día y a la misma hora para ver si nuestro encuentro fortuito vuelve a suceder, entonces juro que haré algo, tal vez me pare frente a ti, no se qué voy a hacer, pero si se que no veré tu sombra esfumarse a la distancia, trataré de detener tu marcha y de atesorarte en mí.
¿Dónde estarás ahora? te imagino en un hogar rodeado de seres igual a ti, con ese brillo perfecto y la sonrisa en los labios, en un fogón en familia compartiendo la alegría de vivir.
Y me doy cuenta de que no eres tan extraño, eras yo en otro atardecer de otro otoño, cuando iba camino a mi hogar...
Eso fue antes de que todas las hojas cayeran, de que la última golondrina huyera de este frío y de que el corazón hiberne por tiempo indefinido.
Querida Yo, te desconocí en tu alegría, desconocí tu luz, antes de que se apague y al tratar de correr a advertirte lo sola que estarás mañana, me detuve hipnotizada en lo feliz que me veía, recuerdos de que algún día
fue el amor mi razón de ser.
Mónica Gribaudi