Te puedo oír incluso cuando callas,
como el árbol que escucha admirado
el canto del Zorzal al amanecer.
Te siento igual que siente él,
el calor del nido del Hornero en sus ramas
Me agitas como brisa
o viento alegre acariciando mi alma.
Eres el que brota en mis poros,
como flores de durazno.
Ahora soy para ti ese árbol
donde quedaron para siempre tus trinos
y tu nido en mis abrazos,
soy las hojas que se mecen
y las flores en tu pecho.
Se han querido entrelazar nuestras ramas,
enraizar nuestras mañanas
para jamás dejarnos ir.
Mónica Gribaudi