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martes, 29 de junio de 2021

 

Cuando falleció mi abuela, recuerdo que entré al cuarto y le tapé los pies, tenía la sensación de que sentía frío, hoy sé que lo que sentía frío en ese momento era mi corazón.

Tantas veces me tocó decir adiós y recuerdo que en cada una de ellas sentí que se me salía el alma y se me iba detrás de esa persona, no sé si para acompañar su último recorrido o para intentar detener su vuelo aferrándome al último latido, a su última mirada.

Hoy el dolor, es una nube de recuerdos que llueve sobre mí.

 A veces es lluvia por la que me gusta caminar lentamente y dejar que me moje, deliciosa llovizna tibia que trae recuerdos hermosos que se acurrucan en el pecho y lo hacen sonreír.

Otras son temporales que descargan sus rayos en mi corazón y lo acongojan, malos tiempos que es mejor olvidar para poder encontrar paz, pero que inevitablemente como parte de la vida vuelven y me recuerdan lo vulnerable que soy y la impotencia de mi propia humanidad.

¡Qué efímero es el tiempo compartido, como se escurre y según su intensidad deja o no huellas!

¡Qué feliz mil veces fui con los que despedí alguna vez y aún hoy son lluvia mansa de primavera en mí!

 

Mónica Gribaudi.

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