La Presencia
Lo que más miedo le daba en este mundo era el recuerdo de
aquellas palabras.
Aquel hombre fue tan violento y
tan cruel que incluso estando muerto le temía.
Sentía su presencia y su voz por las noches susurrando aquella
maldita frase, la última que dijo antes de morir, la que se había fijado tan fuerte en
sus tímpanos apareciendo en los momentos de soledad como un susurro del más allá.
-Siempre estaré contigo,
aun muerto.
Estas simples
palabras calaron hondo en su ser. Fueron años de abusos y sufrimientos mientras
estaba vivo y ahora que está muerto sigue siendo el protagonista de su vida.
Su hija volvió del extranjero y se instaló en la casa, al
cabo de una semana la joven comenzó a notar una presencia extraña y se lo
comunicó a su madre.
-Creí que estaba
loca- le dijo ésta –pero es tu padre que niega irse.
-Mamá todavía no lo
superaste, papá se fue hace rato.
Pero no, no lo había
superado ya que cada vez se hacía más fuerte su presencia, los golpes en las
puertas, la caída de objetos y la voz susurrante con aquella frase que se repetía
una y otra vez en el silencio.
Una noche su hija
entró en su cuarto y le gritó –mamá esto no puede seguir así, termina con eso, déjalo
ir-
-¿Dejarlo ir a que te
referís?- Le dijo entre lágrimas.
-No puedes temer a
alguien que murió y papá ya no está, es tu miedo el que lo trae de vuelta una y
otra vez, ya no puede dañarte, no puede tocarte, solo puedes recordarlo…
Esa noche no pudo
dormir, pensó y recordó cada improperio, cada insulto, cada golpe, una por una
se aparecían las imágenes de aquel abusador en su mente, y así pasó días
encerrada en su habitación con esa voz que le hablaba y los recuerdos.
Lloró y
lloró todas las lágrimas de su cuerpo, sacó fuera de sí ese dolor de años de abuso
y se liberó del temor, entonces un grito le salió desde sus entrañas
–veteeeee,
ya no tengo miedo de ti, déjame en paz.
Y desde la esquina
del cuarto una especie de humo comenzó a diluirse hasta que desapareció y nunca
más volvió a escuchar esa voz ni los ruidos ni la presencia de ese hombre en la
casa.
Mónica Gribaudi
Uruguaya