Cuando era niña
mis ojos grandes
recorrían como el sol
el alegre espacio
entre el alba y el ocaso.
Luego se cerraban
para soñar con las mañanas
y vaya que hubieron mañanas
todas cargadas de poesía
que la vida se encargó
de declamar al destino.
Cuando era pequeña
que lejos veía el horizonte
y debo confesar
que siempre lo perseguí
línea que jugó conmigo
pero que siempre
me obligó a avanzar.
Cuando era pequeña,
tan pequeña que mis manos
no podían sujetarse bien,
aprendí que hay un poder
que te sostiene y te levanta
ese poder es el Amor.
Me veo parada allí
junto al fogón, mi madre
me daba masa para jugar
y mi padre preparaba el mate,
así, con esa simple belleza
describo a mi hogar.
Ahora que los años, uno tras otro,
con sus tormentosos vientos
con sus primaverales brisas
parecen pasar más deprisa aún
que en aquellos días de infancia
el ayer vuelve a rondar mi cabeza
contándome al oído historias viejas
de como fue que llegué hasta aquí.
Mónica Gribaudi
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