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jueves, 14 de mayo de 2015

Ayer cuando salí del trabajo y me dirigía a casa, mientras mi ómnibus pasaba por la Avenida General Flores en donde están construyendo el nuevo corredor  cuyo costo es de unos  40 millones de dólares según leí por ahí, no podía dejar de pensar  en mis hijos. Subió un niño a vender galletitas, un pequeño que tendría más o menos la edad de mi nene, unos  11 o 12 años. El pequeño  saludó al chofer. ¿Cómo estás? Le preguntó éste y su respuesta fue una bomba que cayó directo a mi corazón de madre, -Bien- le dijo-Acá con frío- Esas simples palabras en esos labios tan pequeños me hicieron llorar. Mientras lo escuchaba ofrecer sus productos con esa mirada curtida por la calle y esa inocencia caduca a fuerza de miseria, no podía dejar de preguntarme ¿cómo es posible que un niño a esa hora esté trabajando y no en su casa que es donde debería estar calentito, con la pancita llena y disfrutando su niñez?
Me gustaría saber ¿por qué los “especialistas” quienes son los que tendrían que buscar soluciones y tratar de acabar con estos problemas, no hacen nada? Si, ya se lo que me contestarían algunos de ellos si les preguntara, su respuesta más feliz es que según las estadísticas la pobreza ha bajado a determinado porcentaje, que los niños en situación de vulnerabilidad son cada vez menos y que el Estado hace todo lo posible.

Saben qué, no les creo, mientras me siga encontrando con ojitos tan pequeños, pero tan resabiados por la vida, mientras escuche esa voz que debería ser la más dulce, pero que se ha vuelto agria a base de hambre y frío, la palabra estadística me suena a heladera, a “Soy un frezzer” en la voz de quien la usa, porque hay que tener el corazón muy duro para estar en el poder y no llorar todos los días por tanta miseria ajena y más aún cuando son nuestros niños los que sufren..

Mónica Gribaudi
Montevideo-Uruguay

2 comentarios:

  1. Ahora ya sé quien es ese niño del ómnibus. Una triste realidad. Un texto conmovedor.
    Abrazo, Mónica.

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    Respuestas
    1. Y es cierto lo que escribo Edgar, un día salí de mi trabajo y me tomé el ómnibus para ir a mi casa y sucedió esto que cuento.
      Ese día hacía mucho frío acá en Montevideo y ese niño subió a vender galletitas.
      Realmente triste...
      Te dejo saludos y muchas gracias por tu apoyo!!!

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